sábado, abril 26, 2008

Taxi!

Si fuera de otra manera las cosas que se están dando. Es así, cuando uno se mete al camino y el sol pegándote al horizonte, cayendo con su peso de su propia suerte. Se apaga.
2 de la mañana y Luis Alfonso Pedrero Carvajal. Chofer de taxi, como profesión, estaba manejando como era de costumbre. Ahí estaba con las luces reflejándole la cara, tiene la ventana abajo y acerca el cigarro, para poder aspirar un poco mas de nicotina, el cigarro le ilumina la cara y en el espejo retrovisor ve sus ojos vacíos. Le aburre la rutina, es por eso que a durado en el medio, como el dice: " Cada pasajero, una nueva historia, que forma parte de mi gran novela".
Los problemas que uno puede tener se aquejan con el silencio de la ciudad, teniendo un paso mas tranquilo, mas calmado.
Sigo dando vueltas por las calles de santiago, donde cada uno tiene su historia. Acá se ven historias mas crudas, las cual la gente quiere ocultar y se meten a los garitos, por ejemplo, el tipo que va caminando con esa mina, precisamente no es su señora. Eran cinco y 5 palos en juego, y en la ultima manga le sale un full de ases, como es costumbre ella lo acompaño todo el juego y de seguro lo seguirá haciendo.
Así sigue la noche y con ella su misterio, es mucho mejor, esa mentira de silencio inquietante, es todo una sombra de lo que uno oculta, las avenidas vacías, y uno que otro auto hecho pico, compitiendo. A pesar de todo me gusta, al final esto se va, como este puto cigarro.
Helada noche…. las paredes frías de aquel cuarto, ya quedaron atrás, el pasillo largo y oscuro, tras entrar al departamento 314, no será jamás el de antes. Esa habitación impregnada a sudor, a sexo, a esas malditas putas, ya no más. El maldito cabrón que esperada, ya se veía venir.
Gente borracha, y su suerte les pega, accidentes y asalto, malditas pandillas. Ya no aguante más, cinco minutos antes tenía miedo, las paredes frías de la habitación y el olor a sexo barato impregnaban el lugar. Altura de estación central, es raro verlo sin gente, pero ella estaba esperando ahí, se veía desolada, esperando arrancar, claro que estaba allí y se subió al taxi. Miré por el retrovisor, unos ojos verdes, fuertes y penetrantes, labios rojos rubí, que me decía que tan lejos estaba del aeropuerto y que no tenía mucha plata. No tenía nada mas que hacer a estas alturas de la noche. Después de varios golpes, de llanto y el ruido de orgía en la habitación de al lado, me reventó. Pesque el revolver calibre 45, que tenía guardado el muy hijo de puta en el velador. Al instante el olor a pólvora salió en el lugar, dos balazos sirvieron para eliminar a las dos puta, y el muy cabrón pedía piedad, la coca lo tenía duro, pero me arrebató el arma. Forcejeamos, lámparazo en la cabeza y quedo medio aturdido, Bang, Bang, Bang!, la sangre mancho mi rostro. Agarré mis cosas partí.
Estaba apurada, se veía nerviosa, trate de establecer una conversación, pero no conversaba mucho. Pasado el rato estábamos en el aeropuerto, me dio las gracias y con la neblina santiaguina desapareció. Seguí mi camino.
Es así como las noches santiaguinas van pasando, lo mas macabro escondidas en la oscuridad de la noche, frías y raras, como cada quien.