domingo, abril 19, 2015

Tiempo Cotidiano VII



Me corté la barba. Eso estuvo mal. Siempre lo va ser.  Nómade. Así me encuentro. Este último mes y medio, pero esta sensación no ha parado desde los dieciocho años. Pero hoy me doy cuenta.

Establecerme me cuesta y gran parte, tiene que ver, con esta condición de no pertenecer a ningún lugar, ni a nadie eventualmente, a parte de mi problema de comunicación, me va bien. La gente siempre tiene ganas de wuebiar y además la mía parece bíblica y me he encontrado con grandes semidioses del wuebeo, hace que parezca el más pequeño del olimpo.

Ha sido un viaje intenso, entre el deber y el placer, sin tregua al descanso. Nadie quiere enfrentar la realidad, menos sobrio y me veo moviéndome y de la ventana se puede ver algo parecido a la realidad, pero todo está maquineado y seríamos muy inocentes si no lo pudiéramos ver o sentir, pero es más fácil hacerse los tontos, que quedar afuera, aunque sería el camino más correcto. Dejar lo banal y solo hacer lo que debiera primar y quedarse en el amor. En toda su gama y no en el primer sentido de la palabra.

Sigo moviéndome, porque también descubrí que quedarme quieto me produce rechazo, ansiedad, inseguridad, aburrimiento, depresión, dentro de otras sensaciones y sentimientos. Cosa muy difícil, ya que quedarme quieto es otro de mis talentos y termino siendo contraproducente con mi yo verdadero y creo que por eso tiendo a la autodestrucción. La vida no es más que uno caminando. ¿A dónde?, Siempre da lo mismo y así divago, divago y me pierdo en el laberinto mental, de que poco importa y nada sirve. No prestar atención a la vida. Perderse en el pasado-futuro. En la ficción, la realidad, en los extremos, en lo binario.

Me atrapo por imágenes preciosas. El futuro. El movimiento, el tiempo, la pobreza. Las repeticiones. La producción a grandes escalas. El caos. El sin sentido. Por ejemplo el otro día, estaba más atrapado a no más poder. Hora pick, transantiago, yendo de Maipú a la ciudad satélite. Iba con las intención de seguir leyendo y ya que la realidad o el destino o como prefieran llamarlo. El punto es que tenía el libro en una mano y con la otra la mochila, para que no me robaran - me vuelvo paranoico en esta ciudad – y en eso me suena el celular. Por supuesto iba volado, sí que me imagino que no reacciono muy “normal” (quien lo es), sí que tengo una conversación de lo más incómoda. Ya que no se escuchaba bien, también me imagino que mis respuestas no eran las más claras.

El destino – nuevamente – no quiso que esto pasara, pero al final de la conversación, termino en otra posición, dentro del mismo espacio y se me abre todo mundo en la micro, que antes estaba ignorada por mi espalda. El cuadro era hermoso. Digno de una gran foto y extrapolable a direcciones infinitas. Gente apretada por un largo pasillo y a mitad de este, un nivel de altura, que hace que el volumen de gente sea mayor. Por momentos pareciera que fueran un ramo de flores, con diversos colores que nos trae el otoño (y esto me pone ansioso por el invierno). A veces un hermoso coliflor humano, perfectamente iluminado por un día de otoño, pero la imagen que predominó, fue la que eran un coro, cantando algo de lo más majestuoso  y angelical. Los que estaban un nivel más, el sol que ya comenzaba a bajar , golpeando. Dibujando el perfil de sus rostros.

En un momento me tuve que correr de mi puesto y termine al frente de una mujer, que con mucho esfuerzo intentaba de salir de los brazos de Morfeo. Era linda, pero el atardecer embelleció todo este pequeño instante, todo lo que sea el universo y la existencia. Bellos momentos, que me sacan de la realidad, pero que realmente hacen lo contrario. Me adentro más y más en ella.

Creo que debería escribir, sobre dos personajes que van a un hotel abandonado y no sé cómo se me cuela la idea de un tercer personaje. Esta vez mujer. Tal vez lesbiana, pero creo que se podría ir por otros lugares más engorrosos, que yo jamás podría salir. Después viene a mí, un funeral o un velorio y más bien uno pequeño. Luego fantasmas en el hotel o jugar con una realidad paralela o algo por el estilo. De ahí solo divago, hasta que caigo por otros laberintos.


Tal vez sea el invierno que se acerca. Todavía tengo que prestarle atención a cosas que se me pasan. Unir rompe cabezas y enfrentarme a mí mismo, pero para eso está el invierno.