Me corté la barba. Eso estuvo
mal. Siempre lo va ser. Nómade. Así me
encuentro. Este último mes y medio, pero esta sensación no ha parado desde los
dieciocho años. Pero hoy me doy cuenta.
Establecerme me cuesta y gran
parte, tiene que ver, con esta condición de no pertenecer a ningún lugar, ni a
nadie eventualmente, a parte de mi problema de comunicación, me va bien. La
gente siempre tiene ganas de wuebiar y además la mía parece bíblica y me he
encontrado con grandes semidioses del wuebeo, hace que parezca el más pequeño
del olimpo.
Ha sido un viaje intenso, entre
el deber y el placer, sin tregua al descanso. Nadie quiere enfrentar la
realidad, menos sobrio y me veo moviéndome y de la ventana se puede ver algo
parecido a la realidad, pero todo está maquineado y seríamos muy inocentes si
no lo pudiéramos ver o sentir, pero es más fácil hacerse los tontos, que quedar
afuera, aunque sería el camino más correcto. Dejar lo banal y solo hacer lo que
debiera primar y quedarse en el amor. En toda su gama y no en el primer sentido
de la palabra.
Sigo moviéndome, porque también
descubrí que quedarme quieto me produce rechazo, ansiedad, inseguridad,
aburrimiento, depresión, dentro de otras sensaciones y sentimientos. Cosa muy
difícil, ya que quedarme quieto es otro de mis talentos y termino siendo
contraproducente con mi yo verdadero y creo que por eso tiendo a la
autodestrucción. La vida no es más que uno caminando. ¿A dónde?, Siempre da lo
mismo y así divago, divago y me pierdo en el laberinto mental, de que poco importa
y nada sirve. No prestar atención a la vida. Perderse en el pasado-futuro. En
la ficción, la realidad, en los extremos, en lo binario.
Me atrapo por imágenes preciosas.
El futuro. El movimiento, el tiempo, la pobreza. Las repeticiones. La
producción a grandes escalas. El caos. El sin sentido. Por ejemplo el otro día,
estaba más atrapado a no más poder. Hora pick, transantiago, yendo de Maipú a
la ciudad satélite. Iba con las intención de seguir leyendo y ya que la realidad
o el destino o como prefieran llamarlo. El punto es que tenía el libro en una
mano y con la otra la mochila, para que no me robaran - me vuelvo paranoico en
esta ciudad – y en eso me suena el celular. Por supuesto iba volado, sí que me
imagino que no reacciono muy “normal” (quien lo es), sí que tengo una conversación
de lo más incómoda. Ya que no se escuchaba bien, también me imagino que mis
respuestas no eran las más claras.
El destino – nuevamente – no quiso
que esto pasara, pero al final de la conversación, termino en otra posición,
dentro del mismo espacio y se me abre todo mundo en la micro, que antes estaba
ignorada por mi espalda. El cuadro era hermoso. Digno de una gran foto y
extrapolable a direcciones infinitas. Gente
apretada por un largo pasillo y a mitad de este, un nivel de altura, que hace
que el volumen de gente sea mayor. Por momentos pareciera que fueran un ramo de
flores, con diversos colores que nos trae el otoño (y esto me pone ansioso por
el invierno). A veces un hermoso coliflor humano, perfectamente iluminado por
un día de otoño, pero la imagen que predominó, fue la que eran un coro,
cantando algo de lo más majestuoso y
angelical. Los que estaban un nivel más, el sol que ya comenzaba a bajar ,
golpeando. Dibujando el perfil de sus rostros.
En un momento me tuve que correr
de mi puesto y termine al frente de una mujer, que con mucho esfuerzo intentaba
de salir de los brazos de Morfeo. Era linda, pero el atardecer embelleció todo
este pequeño instante, todo lo que sea el universo y la existencia. Bellos
momentos, que me sacan de la realidad, pero que realmente hacen lo contrario.
Me adentro más y más en ella.
Creo que debería escribir, sobre
dos personajes que van a un hotel abandonado y no sé cómo se me cuela la idea
de un tercer personaje. Esta vez mujer. Tal vez lesbiana, pero creo que se
podría ir por otros lugares más engorrosos, que yo jamás podría salir. Después
viene a mí, un funeral o un velorio y más bien uno pequeño. Luego fantasmas en
el hotel o jugar con una realidad paralela o algo por el estilo. De ahí solo
divago, hasta que caigo por otros laberintos.
Tal vez sea el invierno que se
acerca. Todavía tengo que prestarle atención a cosas que se me pasan. Unir
rompe cabezas y enfrentarme a mí mismo, pero para eso está el invierno.