Si hay que advertir algo es,
nunca viajen de día, en los buses y mucho menos en un viaje largo. Estaríamos
hablando de un viaje de cinco o mas horas. Pero en mi caso viajar de noche, es
como viajar de día.
Siempre la rutina es mas o menos
la misma. Llego mas que justo y menos que atrasado, al bus. Echar la culpa a
los tacos, al Transantiago, o al metro, es mas bien fácil, pero el motivo mas
común, en estos últimos viajes , es que siempre hago una mano, para tener y no
pasar penurias. En eso el Matías – mi dealer – viene al departamento y siempre
se saca uno, como prueba de fe y es entonces cuando recién termino mi maleta y
por supuesto calculo mal el tiempo y el desplazamiento.
Llegando al bus, siempre me
aseguro tres veces, porque, si hay alguien que no confió, es en mi. La primera,
es ver el letrero y la hora. Segundo, es preguntarle a una persona que está
haciendo la fila, para guardar sus maletas y finalmente al chofer, que
generalmente está fumando un cigarrillo a un costado de la puerta.
En eso busco mi asiento. Cuando
está vacío, es casi inevitable, no creer que mi compañero de asiento, va a ser
la mujer de mi vida. Las expectativas crecen, cuando, el bus, está casi lleno y
no ha llegado, como que todo lo puedo ver muy claro – es aquí, cuando comienza
una película – hay un plano medio del bus, a la altura de los pies, todo esto
con profundidad de campo y de fondo, se ven las piernas de una mujer. Corte
directo a mi rostro, estoy leyendo un libro, mientras comienza a sonar “Get meaway from here, i’m dying” de Belle & Sebastian, y rápidamente un plano de
sus pies avanzando y la cámara hace un Dolly in, hacia mi cara, que es donde me
doy cuenta la presencia de ella; claro que nos ignoramos al principio, hasta
que uno de los dos pide algo, alguna escusa superficial, como pedir el diario o
si puede encender la luz sin que el otro se moleste. Ahí nos quedamos
conversando toda la noche y claro que termina con un beso.
Pero en realidad, nada esto
ocurre y solo soy yo, tratando de leer, sin molestar. Claro que espero, para
poder encender la luz, cuando mi compañero(a) se duerma. Cuando se empieza a mover
mucho, solo escuchar música se hace mi actividad principal. El resto es mirar
mi celular, jugar al spider –claro que bajo al máximo el brillo a mi cellar – o
un sopa de letras. Cada cierto tiempo, me fijo en los letreros de LED, que hay
en los buses y saber por ejemplo, cuantas horas llevo de viaje, cuantas
horas lleva el chofer, a cuantos
kilómetros por hora vamos y si el baño está ocupado o no. El resto del tiempo,
es oscuridad y mirar al techo, con calor, sediento, muerto de hambre y con
muchas, pero muchas ganas de fumar. Para mi sería ideal irme en la ventana,
pero siempre elijo pasillo. La verdad es que me supera la idea de no tener la
libertad de poder pararme cuando se me plazca.
Las horas pasan lento, pero muy
lento. Estoy despierto y solo, estoy sentado durante unas ocho horas, si es que
no pasa a Victoria, Lautaro y otros pueblos con la misma plaza de armas. Ya se
siente el frío, la lluvia y los trailers.
Llegue a Temuco.
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