miércoles, mayo 30, 2012

Parte II: El Bus


Si hay que advertir algo es, nunca viajen de día, en los buses y mucho menos en un viaje largo. Estaríamos hablando de un viaje de cinco o mas horas. Pero en mi caso viajar de noche, es como viajar de día.
Siempre la rutina es mas o menos la misma. Llego mas que justo y menos que atrasado, al bus. Echar la culpa a los tacos, al Transantiago, o al metro, es mas bien fácil, pero el motivo mas común, en estos últimos viajes , es que siempre hago una mano, para tener y no pasar penurias. En eso el Matías – mi dealer – viene al departamento y siempre se saca uno, como prueba de fe y es entonces cuando recién termino mi maleta y por supuesto calculo mal el tiempo y el desplazamiento.
Llegando al bus, siempre me aseguro tres veces, porque, si hay alguien que no confió, es en mi. La primera, es ver el letrero y la hora. Segundo, es preguntarle a una persona que está haciendo la fila, para guardar sus maletas y finalmente al chofer, que generalmente está fumando un cigarrillo a un costado de la puerta.
En eso busco mi asiento. Cuando está vacío, es casi inevitable, no creer que mi compañero de asiento, va a ser la mujer de mi vida. Las expectativas crecen, cuando, el bus, está casi lleno y no ha llegado, como que todo lo puedo ver muy claro – es aquí, cuando comienza una película – hay un plano medio del bus, a la altura de los pies, todo esto con profundidad de campo y de fondo, se ven las piernas de una mujer. Corte directo a mi rostro, estoy leyendo un libro, mientras comienza a sonar “Get meaway from here, i’m dying” de Belle & Sebastian, y rápidamente un plano de sus pies avanzando y la cámara hace un Dolly in, hacia mi cara, que es donde me doy cuenta la presencia de ella; claro que nos ignoramos al principio, hasta que uno de los dos pide algo, alguna escusa superficial, como pedir el diario o si puede encender la luz sin que el otro se moleste. Ahí nos quedamos conversando toda la noche y claro que termina con un beso.
Pero en realidad, nada esto ocurre y solo soy yo, tratando de leer, sin molestar. Claro que espero, para poder encender la luz, cuando mi compañero(a) se duerma. Cuando se empieza a mover mucho, solo escuchar música se hace mi actividad principal. El resto es mirar mi celular, jugar al spider –claro que bajo al máximo el brillo a mi cellar – o un sopa de letras. Cada cierto tiempo, me fijo en los letreros de LED, que hay en los buses y saber por ejemplo, cuantas horas llevo de viaje, cuantas horas  lleva el chofer, a cuantos kilómetros por hora vamos y si el baño está ocupado o no. El resto del tiempo, es oscuridad y mirar al techo, con calor, sediento, muerto de hambre y con muchas, pero muchas ganas de fumar. Para mi sería ideal irme en la ventana, pero siempre elijo pasillo. La verdad es que me supera la idea de no tener la libertad de poder pararme cuando se me plazca.
Las horas pasan lento, pero muy lento. Estoy despierto y solo, estoy sentado durante unas ocho horas, si es que no pasa a Victoria, Lautaro y otros pueblos con la misma plaza de armas. Ya se siente el frío, la lluvia y los trailers.
Llegue a Temuco.

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