En algún momento de la noche, me veo atrapado en una micro,
por el centro de Santiago. Las luces de neón, van invadiendo los rostros de los
pasajeros, cansados, pero con cierto alivio de viernes por la noche y la micro
avanza lento sin apuros. Las imágenes que va proporcionando la ciudad, es
variado, caótico, random, pero todo parece calzar con el disco de Nancy Dupree,
que voy escuchando. Todo tan tranquilo, gracias a Nancy Dupree, que siento un
poco de alarma, como de esas sensaciones de morir atropellado o algo por el
estilo. Sabes que va a pasar o dejas esa posibilidad abierta , pero no sabes
cuando.
En un momento suena mi celular. Javier, quien me llama
preguntando donde estaba – estoy cerca – respondo. Luego me dice que me apure,
que tiene un cañito, para cuando llegue. Yo vuelvo a insistir, en que estoy
cerca, como en unos diez minutos. Javier me hace prometer de que le estoy diciendo
la verdad – lo prometo – después me dice que me esperará en el paradero, para
que fumemos antes de entrar al carrete.
Cuando me bajo, efectivamente está Javier, con medio cigarro
a medio consumir y al verme se alegra, como ese video del perro, que ve a su
dueño, después de cinco meses. En ningún caso, pienso en Javier como un perro y
menos que yo sea su “amo”, pero de verdad se alegra y me da un abrazo.
- No te demoraste na, perro. Me dice Javier
- Te dije que estaba cerca. Oye, ¿qué onda, lo de Max?
- No cacho, la verdad. Igual es raro que este wueón nos haya
invitado.
- Si loco. Yo hace dos años que no lo veo.
- … demás. Yo el otro día me lo encontré y ahí me invito.
Bueno igual me pregunto por ti y ahí le conté, que nosotros siempre nos vemos.
Javier se hecha la mano al bolsillo y saca una caja chica de
metal. Luego mira para todos lados y me pregunta si tengo papelillos. Le paso
uno y comienza a armarse el pito, luego continua diciendo – Bueno no sé si te
conté o ¿te conté?, hermano. – Pone una cara de duda y me pasa el pito para que
lo encienda. – La cosa, es que me hablo la carlita.
- ¿Qué carlita?. Pregunto
- La carlita po, la carlita… la… esta mina…
Yo lo quedo mirando extraño, mientras fumo a todo pulmón.
- …la Carla - Insiste Javier – la del colegio.
- Aaaaaa - Digo sorprendido, mientras
aguanto la respiración. Le paso el pito a Javier. Boto el humo, mientras toso y
me baja… toda la sensación de estar volado. Esa pequeña sensación de felicidad
y tranquilidad. De libertad y todo me importa una mierda, por un rato. Después,
solo tranqui.
- y ¿qué onda?. Le pregunto al Javier.
- ¿con qué?, ¿qué onda?. Completamente
perdido.
- Con la Carlita.
- Ah, cierto, hermano. Lo siento. Me fui a
la chucha unos segundos. El Javier se ríe mientras me contesta – puta nada…. O
sea, me pregunto si íbamos a venir donde el Max. Yo le digo que si y le
pregunto, el por qué, ya que todo me pareció tan extraño. Ahí hace un pausa y
fuma una quemada exprés y me lo pasa. A veces creo que solo hace esto, porque
es un maestro del suspenso.
- … la cosa - Continua Javier – es que me lo
dice, porque ella va a venir y que nos veamos acá en Santiago. Que ella se va a
sacar un caño y wueas.
- … y ¿qué tiene que ver la Carlita con Max?
- No sé. Serán amigos… igual estos wueones
son o eran como populares.
- No demás que si, pero el max no se fue en
tercero (medio) a vivir acá y la carlita, “llego a nuestras vidas”, cuando
nosotros estábamos en cuarto.
- … ¿y?
- El max, ni siquiera vino para las
alianzas, de ese año.
- ¿internet?
- Si, puede ser. Eso me suena mas a Max.
Termina de fumar y caminamos dos cuadras
hacia el oriente, en busca de una botillería, que al parecer, Javier sabía de
su existencia. Preguntamos por vino y una promo de pisco. Nos costó decidirnos,
pero terminamos optando por dos vinos. Uno de un litro y el otro de dos. Tinto.
En caja. Santa Helena.
Regresamos las dos cuadras y doblamos al
norte y nos encontramos afuera de la casa de Max. Una casa grande, cerca de los
leones. Escondida por viejos edificios, de nos más de cuatro pisos. El barrio
se ve tranquilo, incluso para ser viernes por la noche. Tocamos el timbre y nos
abren dos tipos, el portón de la casa. Ni el Javier, ni yo los habíamos visto
en la vida y solo tuvimos que preguntar por el Max y nos dejaron pasar. No sé
si fue que transmitimos confianza o simplemente un gesto de indiferencia. Luego
nos dicen – En el patio – y nos indican con la mano, donde teníamos que ir.
No es un gran patio, pero no se puede decir
que es chico. Tampoco hay mucha gente. Diría que hay como unas quince personas.
La mayoría alrededor de la parrilla. Se ven animados. Lo están. Con Javier,
hacemos un saludo general, algo tímido. De un grupo de diez personas, se dan
vuelta dos, que nos quedan mirando , como si estuviéramos mendigando. Javier
pregunta por el Max y una mina de ojos pardos, se da la molestia en
contestarnos – creo que está en la cocina – y termina con una pequeña y cordial
sonrisa. Javier responde con un – gracias -
y se queda unos segundos mirándola fijamente. Luego cruzamos el patio y
fuimos saludando a quienes nos topábamos en el camino. En eso llegamos a la
cocina, pero ni rastros de Max. Volvimos al patio y nos arrinconamos en una
esquina de una mesa que hay. Sacamos
unos vasos plásticos y nos servimos vino. Enciendo un cigarro y con Javier nos
quedamos mirando, tratando de descifrar el carrete, pero ya a esas alturas, no
había mucho que hacer. Me imagino, como nos debemos ver, como un par de
drogadictos, que se equivocaron de lugar, pero que van a tratar de vender la drogas.
Bueno, por lo menos así me siento.
En eso un tipo cambia la música y pone a K.C
and the sunshine band y se une, nuevamente al grupo con quienes estaba
conversando y comienzan hablar sobre como antes, la gente bailaba estas
canciones en patines y la onda disco. Nada mas ridículo, porque ninguno sabe de
lo que hablan, solo tienen referencias a ciertas películas, que por algún
motivo, nadie quiere olvidar. En eso, todos se dan la vuelta y comienzan a
gritar. Max hace su entrada “oficial” y también grita algo, que no puedo
entender. Alguien se le acerca y le dice algo al oído, luego Max mira a nuestra
dirección y hace un gesto de que no hay problema – Buena loco, pensé que ya no
venían – mientras se acerca y nos saluda con un abrazo.
- Feliz cumple viejito – le digo – mucho
éxito.
- Vale, vale, gracias. Contesta.
- Feliz cumple hermanito. Le dice Javier,
mientras lo abraza
- … y ¿están hace rato?, a ¿qué hora
llegaron?. Nos pregunta Max
- mmm… hace como unos diez minutos, o ¿no?.
Javier me queda mirando buscando aprobación.
- Tal vez menos – Termino por contestar – y
tu, ¿cómo hay estado?
- Bien
- contesta Max – algo curado, pero la raja.
- Bacán, bacán. Interfiere Javier.
La chiquilla de los ojos pardos, se acerca a
nosotros y sorpresivamente nos llama por nuestros nombres. Con Javier nos
quedamos mudos y sin saber como reaccionar. Max se queda callado, pero tiene
una sonrisa malévola. Ella nos dice – Tanto tiempo ha pasado que no se acuerdan
de mi? – trato de hacer el esfuerzo, pero mes inútil. Javier se acerca, como
inspeccionándola
-
Carrete donde el Emiliano, 2007 – Alarga Javier – ¿La mujer más prendida del
carrete?
- La misma en persona.
- Buena carlita. Dice Javier, luego le da un
abrazo.
Ella se lanza a abrazarme, después que
termina con Javier.
- ¿Cómo han estado chiquillos?
- Si, bien, bien. Responde Javier.
- No se esperaban está sorpresa. Comenta Max
- Si… el medio encuentro. Responde Javier.
- Yo… ni siquiera te reconocí – comento-
cuando llegamos.
- Já, si cache – responde –estaba viendo
cuando se demorarían en hacerlo, pero no pude aguantar mas… igual en un
momento, pensé que el Javier lo había hecho.
- ¿cuándo te quede mirando?. Pregunta Javier
- Si. Dice ella
- Sabía que te me hacías familiar, pero no
cachaba de donde. Dice Javier.
En eso nos ponemos a conversar de Temuco y
del colegio. Max nos cuenta, de la gente de Temuco que también tiene deberían
venir. La Carlita se nota feliz de vernos y nos cuenta que hace unos meses, se
estuvo acordando de nosotros. Yo la inspecciono, me fijo en detalles. Pestañea
mil veces por segundo. Te mira fijo mientras te habla, cosa que uno termine
hipnotizado. Su voz es dulce y sus movimientos rápidos, pero nada al azar. Sus
pechos, bien puestos, firmes y su cadera pronunciada. Pies pequeños. Totalmente
alejada a la imagen que guardo de ella, en el colegio. Ahora es una mujer, por
donde se le mire. La Carla, aunque nunca le gustó que le dijéramos así, le
pregunta a Max por un lugar mas piola, porque se va a sacar un pito.
Definitivamente los tres nos enamoramos al instante. Ella nos dice que la
esperemos, donde Max había indicado, “como el lugar mas piola”, ella va a ir a
buscar a otra persona, que quiere que conozcamos – de acuerdo – dijimos y nos
pusimos a caminar. En el instante Max nos advierte de que la carlita nos va a
sorprender.
Con Javier, nos quedamos mirando algo
metidos, pero le restamos importancia. Max siempre ha sido exagerado para todas
sus wueas. En eso llega la Carlita, con otra mina, y nos presenta.
- Chicos, ella es la Violeta. Violeta, el es
Javier y el es nacho.
Nos saludamos algo cordial y luego la Carla
vuelve a interrumpir.
- Chicos, ella es mi polola.
Cuando termina de decirlo, Violeta le da un
beso en la boca, algo apasionado. Marcando territorio. Con Javier, nos quedamos
pa dentro, mientras Max, sonríe, como un depravado quinceañero.
La Carla le pregunta por la marihuana a la
Violeta; y comienza a en rolar uno, mientras afirma – estos cogollos, están
buenos.
Las manos de la carlita, tienen un dominio
impresionante. Se lleva el papelillo a la boca y muy lento, va pasando la
lengua y lo va cerrando.
Max le acerca el fuego, antes de que alguien
lo pidiese. La Carlita lo detiene y lo enciende con su propio encendedor zippo
y ya todos, como con angustia. Estamos hipnotizado por ella. Tose y se lo pasa
a la Violeta.
De ahí el pito va corriendo de mano en mano
y comenzamos hablar de que estamos mas viejos. Nada muy interesante. Algo mas
bien obvio ya que, estamos recién reconociéndonos. La verdad es que ninguno de
nosotros se había visto en años. Me pongo a pensar en las relaciones. Humanas y
de cómo terminamos en distintas proyecciones, que de cierta forma se volvieron
a juntar. Al parecer todos los caminos llegan a Roma, pero Roma nunca es la
parada final. Es algo, entre medio, desechable.
Casi sin resistencia volvemos al patio, que
ya tiene mas energía, renovadas. Las conversaciones, son rápidas, de
movimientos eufóricos. De miradas intermitentes. Hay mas gente y efectivamente
hay mas “temucanos” y sin darme cuenta, estoy inmerso de gente que no solo, no
la había visto, si no que había sido un acto consiente. Solo son pasado. Un
recuerdo, un momento cordial y así fue durante quince minutos, que hacen que me
de cuenta que estoy mintiendo al mismo nivel que el otro. Lo terrible de contar
lo mismo y nada. Estar atrapado en una misma conversación, una y otra vez. Por
que hoy, contigo iba a ser diferente.
Javier se me acerca y me queda mirando, como
sabiendo, exactamente, como me estoy sintiendo, que termina por acompañar con
un gesto, con su mano simulando una pistola, que se lleva a la cien e
imaginariamente se suicidaba. Su cabeza hace un movimiento hacia su derecha y
vuelve con una sonríe. No sé por que esto me da mucha risa, pero trato de
aguantarla. Javier hace lo mismo y nos miramos y vemos como el otro, también
está aguantando y nos da aún mas risa. Como si estuviera prohibido reírse.
Siento como una lágrima va saliendo a medida, que toda esta estupidez se está
volviendo cada vez mas graciosa y sin sentido. Después una sensación, como si
volvieras a la realidad nuevamente y no cachar exactamente que fue lo que paso.
Sientes un poco de vergüenza y tampoco sabes por qué y esto desencadena a miles
de posibles preguntas, mientras que comienzas a respirar, a tomar oxigeno que
llega a tu cerebro. Pensando mejor, decides olvidar lo que acaba de pasar y
continuas. Así es la vida. La gente comienza a ponerse a bailar, mientras que
alguien oscureció el carrete. Con Javier, nos encontramos de espectador. En un
rincón, en silencio. A estas alturas, la comunicación con él, es fuerte y así
nos entendemos. Respetamos cierta distancia y de dejar quedarse pegado un
momento.
Siempre me ha llamado la atención el cigarro
en la oscuridad. Hay tantos. Se mueven bailando. Son luciérnagas de Enero. De
fondo veo a la carlita y a la Violeta bailando. Despreocupadas, frescas.
Sensuales. Jóvenes. Las miro un rato. Reconozco ahora cierta femineidad en
Violeta, que no había podido ver antes; como si por fin, hubiera bajado la
guardia. Algo en ella, hace que se vea mas real. Javier me dice que va y
vuelve. Fumo un cigarro un cigarro y me vuelvo invisible, quedo ajeno. Es mejor
así. De incognito, entre tanta gente extraña.
En un momento voy paseando por el carrete,
junto a mi vaso de vino y empiezo a inspeccionar. Intervengo un par de veces en
conversaciones. En una, corrigiendo el nombre de quien había creado una
canción. Me pareció innecesario, medio petulante, fuera de lugar. Solo con la
intención de caer mal e irme. Tal vez así se volvía más interesante.
La segunda fue para ayudar a recordar el
nombre de una película, que estaba relatando una mina. Ella me queda mirando
entre sorprendida y de alivio. Luego me Agradece y me pregunta si la había
visto. Digo que si, que me pareció notable la actuación de Brad Pitt. Al
instante me pregunta si soy amigo de Max. Todo muy informal, como si no pudiera
la cosa. Alcanzo a saber que se llama Helena y de que estudia periodismo, cosas
básicas, nada importante, cuando llega una amiga y le dice que tiene que
conversar con ella. Helena la queda mirando, como haciendo el esfuerzo mínimo
de protesta, pero en cosas de segundos, Helena se disculpa conmigo. Me regala
una pequeña sonrisa y la veo irse.
Tomo un sorbo y voy donde esta el Javier.
Está conversando, con dos ex compañeros. Ni ahí con unirme, le pregunto por el
vino. Javier me dice que esta debajo de la mesa. Me tomo lo que queda de sorbo. Ya estoy
curado. Me sirvo de nuevo y dejo el vino de nuevo en su escondite. Miro la
hora. Miro a la gente. Me encuentro con la mirada de Helena, pero la desvía
para mirar a la persona con la cual está conversando. El parece estar
jotiándosela y ella reacciona algo coqueta.
Me pregunto, si así mismo me veía cuando
hablaba con ella o si ella actuaba al igual que ahora o si ella está actuando
así, porque esta consiente, de que la estoy mirando. De todas formas, preferí
mostrarme indiferente a esta provocación. Luego entro al comedor, para seguir a
la cocina en busca del baño. Hay gente en cada rincón de la casa – por ahí
- me indican y apuntan a un pasillo – Al
fondo a la derecha.
Un clásico.
En el baño, descanso un rato, del ruido. Me
miro en el espejo y tengo los ojos rojos. Me lavo la cara, para poder
despabilar un rato. Siento que tocan la puerta y grito – Salgo al tiro – y me
hecho nuevamente agua a la cara. Salgo.
Voy directamente al patio. Respiro un poco
de aire. En eso, el Javier, que está conversando con la Leo, otra mina de
Temuco, me hace una seña. La saludo y la Leo me pregunta, donde me había
metido, - por ahí – respondo. Javier me vuelve a pedir papelillos y comienza
armarse uno. La Leo, nos dice que somos unos ángeles, caído del cielo y
comenzamos a fumar.
Leonor, bonito nombre. Le hace justicia a su
persona, pero el problema de ella, es que me produce mas ternura, de lo que me
atrae. Ella comienza a contar, que se quedo dormida y que tenía una prueba
temprano, a las 8:30 y de cómo todo el mundo estuvo en su contra, para que
llegase, aún, mas tarde. Su relato, era lo mas gracioso. Su forma de cómo narra
y como todo iba saliendo mal en peor. Después de fumar, la Leo nos insiste, de
que vallamos a bailar, pero no hubo tiempo, ni para negarse, cuando nos toma
del brazo y nos lleva hacia donde todos están bailando. Llegamos al lado de
Carlita, que aún siguen bailando con la Violeta. Hacemos un grupo grande y los
cinco, nos ponemos a bailar, sin ningún tipo de ataduras, ni compromisos, ni
malas o dobles intenciones. Solo disfrutar el bailar por bailar.
Me relajo, cierro los ojos y me dejo llevar
al ritmo de la música. Dejo de pensar. Me desconecto. Me voy en el viaje y se
vienen imágenes del universo. Me introduzco en una cámara lenta; en pequeños
circuitos, repetitivos y reiterados. En un ciclo eterno, en la nada.
Con la Leo, nos ponemos a wuebiar y hacemos
una competencia de movimientos. Una batalla. Al cual de a poco, fue motivando
al resto de la gente. Bailo un rato con la Carlita, que también tiene sus pasos
y no para de derrochar sensualidad. Como iba diciendo… todo importa una mierda.
Por un rato. Todo se hizo mas fácil.
En un momento. La Violeta se acerca a la
Carlita y le dice algo al oído. Ella le contesta, pero yo no alcanzo a oír
nada. La Carlita, cambia radicalmente su expresión. Se nota que la cosa se puso
seria. Ella me hace un gesto y se me acerca diciendo que ya va volver y me dice
que no me mueva. Hago un gesto de aprobación y se lo reafirmo con el pulgar
levantado. Miro los ojos de la Violeta y los tiene oscuros, idos, como si
estuviera mirando, todo lo que pasa, en su cabeza. Pienso en que no va a
volver.
Me despreocupo. Me dejo llevar.
La Helena, se pone a bailar al lado mío y en
ciertos momentos, nos acercamos tanto
que pareciéramos, que estuviéramos bailando los dos y así estuvimos un rato por
este vaivén. El joteo cíclico, al coqueteo. Todo estaba confabulado a eso. La
música. El beat. La oscuridad. El vernos entre sombras.
Helena se me acerca al oído y me dice
- ¿cuándo me vas a pedir que bailemos?
- A caso, ¿no estamos bailando, ya?. Le
contesto.
- Tu sabrías, que estamos bailando.
Luego ella se aleja, mientras me clava la
mirada. Seguimos bailando solos. Ella con una amiga. Un paso aquí y otro por
allá y nosotros seguimos orbitando y nos vamos topando. En ese instante, le
digo – y si nos saltamos las formalidades -
mientras ella me sonríe y desvía la mirada, luego ella suelta un – ya po
– y se me empieza acercar muy lento. Cuerpo con cuerpo. Rozándonos. Alejándonos
y todo empezó a fluir. Todo era nuevo. Nuestras narices, se fueron encontrando
y descubriendo nuestras caras, hasta que comenzamos a besarnos , pero Helena me
empuja, sorpresivamente hacia atrás. Helena sonríe y de alguna manera me hace
entender, que solo era una muestra. Impone su espacio y su dominio. No quiere
mas lentitud, ni torpeza. La dejo actuar. Vuelve acercarse y me da un piquito,
fuerte pero fugaz. Me seduce. Me da la espalda. Mi cara recorre su cuello. Ella
hace lo mismo con su mano y nos acomodamos para besarnos.
Lento.
Nos besamos.
Me vuelve a empujar.
Seguimos bailando.
En eso se siente un golpe. Alguien se cayo
al suelo. Dos tipos van rápidamente a recogerla y nos damos cuenta que era la
amiga de la Helena. Ella sale al instante a su socorro. La mina está hecha pico
de curada.
Ahí me volví a darme cuenta, de que tampoco
va a volver… Helena se me acerca y me da un beso corto, pero intenso y solo me
dice – para la otra- yo la detengo y le pregunto por su apellido - solo basta con Helena – la veo irse.
Nuevamente solo. Pienso que no es mi noche.
Que el destino, está confabulando, una vez más. Para está pelea eterna con él.
Nacho versus el destino. Por un momento pensé, que iba a ganar, pero será para
la otra.
Miro la hora. Creo que no hay nada mas que
hacer aquí. No para mi, en todo caso. Veo a Javier, quien está haciendo puntos
con la Leonor. Espero que le resulte. Sé que en el fondo de su corazón, siempre
le ha gustado. La música cambia y comienza la cumbia. Yo de lejos, hago una
seña al Javier, avisándole que me voy. El pregunta por que y dice que lo
espere, claro que todo esto con puros gestos. Con su mano, me ofrece fumar otro
pito, pero es todo por hoy. Finalmente comprende y se cuadra como un militar. Me
da risa.
Salgo por el pasillo, por donde estacionan
el auto, que conecta el patio con el portón. Afuera vuelvo a mirar la hora. No
es tan tarde, pero las micros ya no pasan con tanta frecuencia. Me pongo
audífonos y a caminar. Un plan sin muchas opciones.
La enfermedad de los ojos. Gepe. Algo como
para poder musicalizar, está noche perdedora y llena de trampas y de mucha
torpeza.
Las calles están vacías, lleno de faroles
naranjos. De ese color de noche antigua. La del pasado, no como ahora. Luz
blanca, en medio de la noche. Eso todavía me parece de la ciencia ficción.
Cerca de la casa de mis abuelos, hay un supermercado a la entrada de la Ciudad
Satélite, que tiene un cartel grande iluminado por luces blancas. Que extraño.
Siempre que lo veo de noche, parece que estuviera photoshopeado, pero en tiempo
real. Algo me produce, una mezcla de realidades, que se están interponiendo,
hasta eliminar a la otra. Eso me parece que abre muchas posibilidades y eso ya
es ciencia ficción, aunque ni tan ciencia, ni tan ficción. Voladas al fin y al
cabo.
Po algún momento, cuando estaba mirando la
hora, por ultima vez, pensé que podría a ver visto a la Carlita. Me imaginé
como podría a ver sido nuestro encuentro. Se me ocurrían un montón por
segundos. Las llegaba a ver o como de tener un proyección en mi cabeza. Claro
que la que mas me gustaba era la menos probable, la imposible.
Quiero fumar, pero me doy cuenta que no
tengo y la calle es larga y no se ve ni un alma en pena. Parece comienzo de
película de Zombi.
Espere la micro, como uno espera en la vida.
La mayoría son largas. Mucho compromiso. Tomé la micro. No pasó nada durante el
viaje, solo ruido de micro, que de repente coincidía, con lo que sonaba. Me
baje y camine para mi casa. Otro puro instante almacenado en mi memoria
temprana. Espero que no pase más allá. No vale la pena.
Antes de acostarme, tuve la sensación, de
que un bicho, se mueve por mi oreja. De cómo voy sintiendo de apoco, su
pequeñas patitas y como acto reflejo, te metes el dedo y no sabes si lo mataste
o si te lo metiste mas adentro o si termino por salir. Piensas en que no entró
o escapó, pero quedas con la sensación de que está ahí y no se piensa mover,
hasta que sienta que no está corriendo peligro alguno.
Me doy cuenta, que solo fue una sensación.
Nada de esto pasó, pero quedas con una
sensación en la oreja… sabes…
Como este cuento.
El autor.
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