Ella Fitzgeral suena de fondo; hace un poco de frío, pero no es
preocupante. Una cosa es cierta. Louis Armstrong, suele aparecer en un par de
canciones. Paseo por calles, que son parte de mi pasado y casas, donde pase
mucho tiempo, pero que sin duda, son parte de mi pasado; la verdad es que
todavía suelo imaginarte, que vas aparecer en tu ventana y me gritas: ¡bajo al
tiro! y te quedo esperando, como alguna vez te espere y nos quedamos
conversando toda una vida, hasta que se apagaba con un fugaz y eterno beso.
Esta ciudad esta muy cambiada, me impresiona lo grande y la
manera, de ya no conocer a nadie, aunque, debo admitir que me agrada esto
último. Es como si la ciudad y yo, fuimos creciendo, tan rápido y tan lejanos,
que nos fuimos convirtiendo en extraños. Tal vez sea esta última frase, lo que
resuma todo. Ya no la conozco y ella a mi tampoco, pero me agrada que todavía
no se halla dado cuenta, como lo hice, ya hace dos cuadras mas atrás.
Pedaleo, pedaleo más enérgico, y el viento, golpea mi cara,
solo con la idea de ir avanzando. Subo por San Martín, hasta chocar con los
Conquistadores y el perro que me sigue, desde hace más cuadras, de la frase que
resume mi vida, comienzo a disminuir la velocidad, para que el perro, no se
exija mas, hasta que paro, para que descanse. Me lo agradece y lo espero. No
puedo dejar a mi compañero de viaje, no podría y doy fe, que él tampoco lo
haría. Sin darme cuenta estoy en el puente, el que esta al lado de la empaná.
El perro recorre, por si pilla algún charco de agua o alguna fuga de agua, en
los regaderos. Veo que se encuentra con alguien, que de mi posición a la me
encuentro, no distingo con claridad, pero que al parecer ya se conocen bien. Se
ve feliz de haber encontrado a otro ser vivo que lo conozca, a estas alturas de
la noche. Después de un rato. El perro y su antiguo compañero, se dirigen
directamente, donde estoy yo. Enciendo un cigarro y espero que vengan hacia
donde estoy. El perro camina con toda propiedad, como si fuera dueño de casa a
presentar a las visitas. -kiu. Me dice y que viene acompañado con un sutil
movimiento de su cabeza, que reconozco por amigable. -kiu, ¿cómo estamos?.
Respondo. La iluminación, que hay en el lugar, son las del pasado y hace que
brillen sus aros, que tiene en la oreja, pero que me llaman la atención, por su
forma cilíndrica, que no veía de hace años.
- Tení un cigarro comparé.
El perro nos queda mirando y mueve su cola, feliz de que sus
amigos, estén interactuando y se nota que cree que esta haciendo algo bueno en
el encuentro, bueno, quien sabe, tal vez tenga razón, nadie quiere estar,
no acompañado a estas alturas de la noche, aunque sea un rato. Le paso un
cigarro, cual enciende al instante. El fuego, hace que pueda ver sus facciones.
Es mucho más flaco de lo que creía y tiene unos bigotes y barba larga, de chino
antiguo. - Gracias. Se da media vuelta y gira en dirección al canal. - ... y
¿qué estai haciendo por acá?, me pregunta.
- No mucho la verdad, reconozco el pasado un rato. Me queda
mirando, como si alguna vez él hizo lo mismo o que esta atrapado haciendo esto,
en este instante. El silencio se hace eterno. Sin decir nada, comenzamos a
caminar, por Pablo Neruda y doblamos por unos pasajes pasado a Inés de Suarez,
antes de llegar a la picada, hasta topar nuevamente por San Martín. De ahí
llegamos a la plaza de los campeones o del barco fantasma, como algunos suelen
llamarla. Una calle más arriba de Francisco Rojas. Dejo mi bici, apoyada junto
a un árbol. El loco, el cual desconozco su nombre todavía, saca un frasco y me
pregunta si tengo papel. Reviso en mi bolsillo y ruego por tener, hasta que los
encuentro y le doy uno. Comienza armarse un pito, me dice por los cigarros, lo
que me parece un trato mas que justo. - oye y vo, ¿de aonde soi?. Me demoro en
contestar, siempre he sido malo conociendo gente nueva.
- De los pasajes al frente de la estrella, ¿cachai por ahí?
- ¿cual de los tres que hay?. Me devuelve la pregunta.
-La que se llama "lago todos los santos". No me mira
pero mueve su cabeza, como recordando la calle. Su concentración y la mía,
están en sus manos, mientras enrrola el pito, que en unos momentos, es llevado
a su boca. El movimiento de su lengua, es delicado y con precisión, pasa
sus dedos, como haciendo la prueba de calidad y me lo pasa. - Fuma tú, primero.
Me dice y me lo pasa. Tomo el encendedor y me fijo en el sonido de la piedra y
como se va consumiendo el papel. Aguanto la respiración y se lo devuelvo. Nos
quedamos observando al perro, que hacía a nuestros pies, durmiendo y cuando nos
damos cuenta, que los dos estamos pegado, mirando al perro, nos reímos.
Comienza a llover y miramos el cielo y asumimos, que todavía tenemos tiempo,
para terminar de fumar y encender otro cigarro. De ahí, como era de suponer,
empezamos hablar del pasado, para ver si teníamos que algún personaje en común,
pero ninguno del que nos hallamos acordado.
- ¿pero, tu erí de Temuco, no cierto?. Me pregunta.
- Si po. Respondo.
- ... y ¿conocí a la flaca?. Esa que vive, también en ese pasaje.
- ¿Cual flaca?
- La de la casa, donde hay un auto blanco.
- ¿un chevrolet?. Le pregunto
-No me acuerdo si era un chevrolet. Pero una flaquita, de pelo
largo y ojos café claros.
- aaa... si, ¿una mediana?. Todavía no muy seguro
si hablábamos de la misma persona.
- Si ella misma
- ¿La Flo Alarcón?
- Si. Ella es, es ella. Luego se ríe, fuma con
todo pulmón y me lo da. Luego desvía la mirada, en el poste de luz,
que hay cerca nuestro. Termino por matar el pito y le paso un cigarro. Me
comenta que conoce a la flo, desde que eran niños e iban juntos al pre-kinder y
como uno puede conocer a gente de toda la vida y como un día; uno empieza a
perder la costumbre de no verlos, hasta convertirse en dos desconocidos. Se
podrían encontrar en la calle y no darse cuenta de que se cruzaron y ni
siquiera se pudieron reconocer, incluso después de verse todos
los días en la época de colegio.
En sus ojos noto cierta tristeza, pero sonríe y esta tranquilo
hablando de ella. En eso mientras me lo dice trato de acordarme, cuando fue la
última vez que la vi o supe de ella; y se me vienen tantos nombres y rostros,
que tal vez, ya no son los mismos y me pregunto, si a ellos, también les pasará
lo mismo que a nosotros dos y también sé, que hay otros, que ni siquiera me
acuerdo, pero se que están en algún lugar en mis recuerdos, que sin duda están
en antiguas fotos, que mi madre, suele guardar, con otras fotos del pasado,
pero que no recordamos, porque se nos olvidan que están. La lluvia para y el
viento sopla fuerte y nos tratamos de abrigar con lo poco que tenemos para
abrigarnos. Los pájaros revolotean en las copas de los arboles,
tratando de protegerse de lo queda de noche.
En eso nos despedimos diciendo, que ojalá nos encontremos por ahí
y sin duda lo haremos, en esta ciudad te encuentras con todo el mundo, en un
momento a otro y seguimos nuestros propios rumbos.
Dos auto-exiliados naufragando en un barco que creen conocer.
Por cierto, su nombre era Juan, pero eso no lo supe, como en dos
semanas más, cuando nos volvimos a encontrar, pero que ahora no tiene mucha
importancia. Ya es tarde y pasaron otras cosas, antes de nuestro encuentro, que
ya contaré.
1 comentario:
Me gustó mucho, Tonchi. Las imágenes, el sentimiento de fondo, los regionalismos y, sobre todo, lo de -"Una cosa es cierta. Louis Armstrong, suele aparecer en un par de canciones."
Un beso!
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